La tasa de morosidad grave en préstamos para vehículos alcanzó su máximo nivel en 14 años, superando incluso las cotas registradas durante la crisis de las puntocom y la pandemia. Este incremento refleja una creciente presión financiera sobre los consumidores estadounidenses, marcada por altos tipos de interés y condiciones crediticias más restrictivas. La situación plantea interrogantes sobre la salud económica del país y sugiere que el sector automotriz podría ser un termómetro de problemas más amplios.
El endurecimiento de las políticas monetarias ha dejado huella en el mercado de automóviles. Durante años, estímulos económicos y políticas laxas facilitaron el acceso al crédito, lo que impulsó las ventas de vehículos. Sin embargo, este panorama está cambiando rápidamente. Los consumidores ahora enfrentan mayores dificultades para cumplir con sus obligaciones financieras, lo que se traduce en un aumento de impagos y una preocupación creciente entre los prestamistas.
La tasa de morosidad grave en préstamos para la compra de automóviles, es decir, aquellas que superan los 90 días, llegó al 3% a finales de 2024. Este nivel no solo sobrepasa los registros de la crisis de las puntocom y la recesión de 2020, sino que también pone de manifiesto una tendencia preocupante. El encarecimiento de la financiación y la pérdida de poder adquisitivo están erosionando la capacidad de los consumidores para mantener sus pagos. Esta situación podría ser un indicio de problemas más profundos en la economía norteamericana, especialmente considerando que esta cifra se convierte en un termómetro de la salud financiera del país.
El impacto de esta morosidad va más allá del sector automotriz. Las familias estadounidenses enfrentan una creciente presión financiera, reflejada en el aumento de la deuda total hasta 18,04 billones de dólares. Este monto incluye un incremento significativo en los saldos de tarjetas de crédito y préstamos para automóviles. Los expertos advierten que este fenómeno podría tener efectos en cadena, afectando otros sectores de la economía.
Los inversores y bancos están monitoreando de cerca estos desarrollos. Un aumento sostenido en los impagos podría reducir los márgenes de beneficio de las entidades financieras y deteriorar la calidad de sus activos. A largo plazo, esto podría generar mayor volatilidad en las acciones y deuda corporativa. Además, el incremento de la deuda de los consumidores podría afectar el sentimiento del consumidor, desacelerando el gasto en otros sectores y comprometiendo las perspectivas de crecimiento económico. Si la Reserva Federal decide mantener los tipos de interés altos, la situación podría empeorar, lo que plantea serias preocupaciones para el futuro del mercado automotriz y la economía en general.